LECCIONES MAGISTRALES


Jamás fui un buen estudiante, nada parecía interesarme en clase. Sólo me importaba el dibujo; todos los libros aparecían pintarrajeados, cualquier espacio en blanco era bueno para mí.

Abandoné los estudios siendo un niño, apenas tenía catorce años y cursaba 3º de Bachiller, que no llegué a terminar. Se podría decir que aprendí muy poco, puesto que no mostré ningún interés (salvo en dibujo), del mismo modo tampoco recuerdo algún profesor de los que aman la enseñanza.

"Desde muy niño tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela". George Bernard Shaw.
No imagino una educación y formación sin buenos colegios y Universidades públicos. Pero, como nos dice la cita de Shaw, paralelo a estos, hay que despertar la curiosidad en los alumnos.

Tomé mi primera y única comunión a los 8 años; a decir verdad no hubo tal "común - unión", a saber: es obvio que a tan temprana edad es poco probable mostrar interés, no digamos el entendimiento en materias de religión. Yo, como los demás niños, guiado por mis padres; y estos a su vez por la costumbre.
                                 "Si obedeciéramos en todas las cosas lo que quiere la
                                  costumbre, el polvo no barrido se amontonaría sobre
                                  el tiempo pasado, y la montaña del error se elevaría
                                  demasiado alta para que la verdad pudiese dominarla". Willian Shakespeare.

Aquí aprendí mi primera lección. Mis padres, humildes trabajadores; no podían costearme un traje de marino que, al parecer, así debíamos ir todos los niños de la parroquia. Mi hermano Luis, dos años mayor que yo, la tomó con un magnífico traje de Almirante. Como este estaba en perfectas condiciones, mis padres vieron una oportunidad para la maltrecha economía familiar. Esto supuso un grave contratiempo al párroco; se molesto mucho. Tomé la comunión, sin embargo, aquello fue un punto de inflexión... Desde entonces sólo creo en la Naturaleza, mi esfuerzo, mi trabajo y el afecto de los que quiero y me quieren... Me dije que entre Dios y yo no tenía por qué haber nadie más, puesto que todos los hombres somos iguales.

Mi padre fue el protagonista de otro episodio: tenía yo 14 años, cursaba 3º de Bachiller. Al salir de clase oigo fuertes voces "miralles", "miralles"..., era mi padre. Es normal que los padres acudan a los centros donde estudian sus hijos; pero, mi padre se presentó en el instituto con ropa de trabajo, a saber: chaquetilla, pantalón y unas grandes y horribles botas de goma: era carnicero. Ese día quería morirme, sentí mucha vergüenza. Con el tiempo comprendí que, hay que ser muy humilde, íntegro, y con muchos valores, para hacer algo así. Hoy me siento muy orgulloso de él.

Murió muy joven, tenía 48 años. Le gustaba mucho la cerveza, al igual que a mi hermano Luis y mi hermana Pilar; yo era de Coca- Cola. Ese día ─murió un viernes─ durante la comida, se mostró muy obstinado..., tenía que beber una cerveza; ya he dicho que no me gustaba..., así, que la rechacé. Esa tarde falleció. Desde entonces bebo cerveza; no soy gran consumidor, pero ha llegado a gustarme.

No he conocido un hombre más trabajador que él; se levantaba todos los días a las cuatro de la mañana, iba al matadero; al acabar continuaba en la canicería, en casa. Después de comer, por la tarde, aún repartía tripas y sal a otros comercios del gremio. Además, en los corrales teníamos gallinas, conejos, cabritos y lechones... Era muy emprendedor. De aquí aprendí que el trabajo es importante, pero, no lo más importante.

Mi madre se encontró con 28 años y tres hijos: Magdalena, con cuatro años; Luis, con dos; y yo, que acababa de nacer. Sólo cuando somos padres alcanzamos a comprender lo difícil que es criar tres niños a la vez. Debió ser muy duro para ella... Más tarde, me decía: "el pobre pepito se crió en el moisés". Es obvio que no fue así, lo decía debido al mucho tiempo que yo permanecía en él.
 Vivió hasta los 85 años y el destino quiso que al morir estuviera yo con ella. No pudo despedirse, pues el Alzheimer la había deteriorado mucho; aún así, se aferraba fuerte a mi mano; como si quisiera compensar el tiempo que no pudo dedicar a su tercer hijo.

De aquí aprendí que el tiempo es una sustancia imponderable; es eterno. Sólo el hombre con su arrogancia se atreve a controlar o medir.

Y, mi curiosidad; que ha impulsado mi formación. Sigo pintando y leyendo: al principio mis lecturas estaban relacionadas con la pintura y las Artes. Después empezó a interesarme la poesía y la literatura. Me agrada sentir ese prurito, esa pulsión casi enfermiza.
           
                       "... pues quien abre los ojos, quien los abre de veras,
                       ve un asombro, un asombro sin límites: la vida".  Luis Rosales.

Es lo que me ha ayudado a saber más de mí, a conocerme mejor.

                       "A mis soledades voy, de mis soledades vengo,
                        porque para andar conmigo, me bastan mis pensamientos.
                        No sé qué tiene la aldea donde vivo y donde muero,
                        que con venir de mí mismo, no puedo venir más lejos..."  Lope de Vega.
                               

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