¡Too, venga... vamos a jugar!

 De sobra es conocida la importancia del juego en los niños, mejora su desarrollo general: físico, emocional e intelectual. Todos hemos sido niños, y, más o menos todos hemos jugado. Sin embargo, hay excepciones.

Mi infancia transcurrió normal, si por normal entendemos que un niño de 6 ó 7 años se aburra jugando. Aún hoy recuerdo a mi madre, me decía: "vete con tu hermano Luis a jugar". Luis, es mi hermano mayor; sólo dos años más que yo. Sea como fuere, yo no tardaba ni cinco minutos en estar de vuelta a casa: me aburría, me aburrían todo tipio de juegos. Cuando yo era niño no abundaban los juguetes; había que improvisar. Yo prefería un papel y unos lápices de colores..., recuerdo que lo pintaba todo; incluso los libros de texto.

Ahora me encuentro a las puertas de la senectud, mi vida ha transcurrido normal: familia, trabajo, ocio... Hasta que aparece Lucía ─mi nieta, ahora tiene 7 años─. A esta edad los niños están cargados de energía y les sobra imaginación: el modesto jardín de nuestra urbanización se le aparece como una jungla inmensa; una rama de arbusto es suficiente para proporcionarle arco y flechas, con las que se creerá un insigne guerrero capaz de las más grandes hazañas. Una simple caja de cartón que otrora albergara; quien sabe..., quizás algún juguete, se transforma en la cabaña más confortable y segura. Un sayo raído por el tiempo, se convertirá en una capa, con la que podrá volar como un héroe de ficción...

Aún tengo un buen estado físico y puedo corresponder en el juego, de lo que doy gracias infinitas. Todo lo que no jugué de niño lo estoy haciendo ahora con ella. En la vida hay que apurar la "copa"; antes o después. Es como si estuviese ahí dentro; aparcado, sin prisa: esperando.

¡Too, venga... vamos a jugar!

Comentarios

Entradas populares de este blog

DUDAS

Las Palabras.

Para recordar