True or False
Hacía tiempo que, Lucía, y yo, no pasábamos un rato tan agradable.
Estamos en plena canícula; el calor es sofocante. La playa o la piscina son el bálsamo a la pertinaz actitud de Helios que, más que darnos vida pareciera querer arrebatárnosla. Es como si estuviese encolerizado, y, en mi opinión, razones no le faltan.
Pero, siendo esto un asunto muy grave ─que daría para mucho─, y a pesar de ello, quiero contar algo más banal; menos razonable, pero con mucho corazón.
Como decía, esta semana fuimos a la piscina, Lucía y yo. Debíamos reunirnos con sus primas, especialmente con Noa; la mayor de las tres. Pero, el encuentro fue muy breve, ellas ya se marchaban; nosotros habíamos llegado un poco tarde. Bien, ya estábamos allí y habíamos ido a bañarnos, especialmente Lucía. De modo que subimos a la piscina olímpica ─a Lucía le gusta más─, a mí no me apetecía el baño, y Lucía muy comprensiva lo aceptó, pero, a cambio me propuso uno de sus ingeniosos juegos: ¡True or False!
Previamente, Lucía me explicó en que consistía el juego: ─Mira, To. Tú, te pones detrás de mí, y yo me coloco en el borde de la piscina. Entonces, tú, me haces una pregunta; cultura general, deportes... Bien, entonces yo contesto; si acierto, tú dices ¡True! Y sigo jugando; si fallo, tú dices ¡False! Y es cuando me empujas y caigo al agua.
Me pareció una manera muy divertida y didáctica de pasar un buen rato. Vivimos en un tiempo donde la tecnología lo abarca todo y nuestros hijos y nietos pasan más horas delante de las pantallas de las necesarias o recomendadas. Por eso hacen falta estos momentos, hay que intentar buscarlos; recuperarlos. Estoy convencido de que los niños los prefieren. Yo, disfruté mucho, Lucía, me consta que también, y quizá un día sea ella quien empuje y diga: ¡True or False!
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